El que no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es desdichado, aunque sea dueño del mundo

El Amor es la fuerza que transforma y mejora el Alma del Mundo... cuando amamos siempre deseamos ser mejores de lo que somos

El amor nunca impide a un hombre seguir su Leyenda Personal. Cuando esto sucede, es porque no era el verdadero Amor, aquel que habla el Lenguaje del Mundo

Entre más apego tiene el hombre por el mundo, menos buscará el conocimiento. Entre más pequeño es su apego, mayor será la posiblidad de ganarlo todo

Todo Pasa

Hay personas que creen que las cosas deben durar para siempre. No entienden que si la vida no dura para toda la vida, las cosas que la vida contiene, tampoco pueden durar para toda la vida.
También estas personas suelen vivir como si no tuvieran memoria, no recuerdan que hubo situaciones en la vida que empezaron, que terminaron; no recuerdan que en algún momento un padecimiento fue tal, y luego dejó de serlo. Y entonces, sucede que muchas personas viven determinadas situaciones de sus vidas como una catástrofe, como algo que nunca va a pasar, como si ese dolor  viniera y se instalara para siempre, como si no pudieran recordar que alguna vez pasaron por algo similar o por un dolor semejante y esto también pasó.
Cierta vez, había un pintor, muy enamorado de una mujer. De tal forma estaba enamorado, que ella era continuamente su inspiración.  Amanecía con los ojos encendidos de Amor, y cuando la miraba a su lado, renacía cada vez el deseo de pintar. Sus colores se encendían por la belleza de sus sentimientos.
Un día, cuando el sol comenzaba a iluminar su atelier, despertó y vio que su mujer, aquella mujer a la que tanto amaba, ya no estaba a su lado. Bueno, no era costumbre de él esa situación, así que se levantó y empezó a buscarla.
Sobre la mesa encontró una carta que decía: “Me voy, y ya no voy a volver nunca más, he dejado de quererte”.
Creyó que enloquecía, desesperó, comenzó a tirar cosas contra las paredes y se sumió en la más profunda de las depresiones de un momento para el otro. Empezaron a pasar las horas, y también los días, y no comía, y no tomaba agua, y no vivía……….  Y cuando ya su cuerpo empezaba a debilitarse gravemente recordó que había un monje, no muy lejano, en un monasterio, que había conocido de niño y que siempre tenía una respuesta para cada cuestión que él le planteara.
Y con poca fuerza, pero con un hábito de vida, tomó un tren que lo llevó a aquella vieja estación. Cuando bajo, caminó hasta el monasterio y cuando entró a los jardines de aquel lugar, vio de espaldas, caminando, a aquel monje; lo reconoció por su andar, sí a penas lo vio. Se acercó a él presuroso, y cuando estuvo allí, con su barba crecida, con sus ojos decaídos, con su pelo desgreñado,   se puso adelante del monje a quien le resultó un rostro algo conocido, pero muy desdibujado.
Le conto su historia, le contó de su dolor, le contó de su pérdida, le contó desesperadamente de su ansiedad por recuperar a aquella mujer, y de su desesperación por sentir que ya no volvería nunca más. Y cuando le hubo contado todo esto, esperó una respuesta, ávido, con la necesidad de aquel que no tiene otra opción en la vida que la que va a escuchar.  El monje lo miró a los ojos, puso una mano sobre el hombre de aquel desvalido pintor, y le dijo:
-          Esto También va a pasar.
Desconcertado por esta respuesta, no encontrando que ella le sustentara nada del dolor que sentía, se alejó, ya con el pensamiento dirigido hacia la mismísima muerte. Tomó aquel tren, llegó a la estación de su pueblo, y cuando bajó por las escaleras, se topó intempestivamente con una Mujer, a la que se le cayeron las pertenencias en ese encuentro, por ese choque; ambos se agacharon a levantar las cosas, y cuando se miraron, quedaron perplejamente enamorados.
Nunca se habían visto en la vida, pero sintieron como si se conocieran desde siempre. Y desde ese momento, desde ese preciso instante, no se separaron nunca más.
Y él entonces, una mañana también, comenzó a comprender lo que aquel monje le había dicho. Y entonces sintió el deseo, la obligación de volver a verlo y de contarle todo y decirle cuánta razón tenía.  Así que tomó aquel tren, llegó a aquella vieja estación, entró por los jardines del monasterio, y fue en busca de aquel hombre.
Y cuando lo encontró, con desesperación, ya sin barba, ya con los ojos llenos, colmados de amor, le contó toda esta historia, le contó de la sabiduría que ese monje tubo cuando le dijo aquello que él no pudo comprender, y espero al terminar ávidamente una respuesta. El monje lo miró a los ojos, puso una mano sobre su hombro y le dijo:
-          Esto También va a pasar.
Uno no debe sumirse en la peor de las sensaciones y de las desgracias cuando pierde algo, ni tampoco en la mayor de las euforias cuando la conquista, porque las cosas en la vida………como la vida misma, SIEMPRE PASAN.

Extraido libro Decisiones.-

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