La pregunta más importante del mundo, base de todo acto maduro, es: ¿Yo, quién soy? Porque, sin conocerte, no puedes conocer ni a Dios. Conocerte a ti mismo es fundamental. Sin embargo, lo curioso del caso es que no hay respuesta para la pregunta ¿quién soy yo?, porque lo que tienes que averiguar es lo que no eres, para llegar al ser que ya eres.
Hay un proverbio chino que dice: “Cuando el ojo no está bloqueado, el resultado es la visión. Cuando la mente no está bloqueada, el resultado es la sabiduría, y cuando el espíritu no está bloqueado, el resultado es el amor.”
Hay que quitar las vendas para ver. Si no ves, no puedes descubrir los impedimentos que no te están dejando ver.
El observarte a ti mismo es estar atento a todo lo que acontece dentro y alrededor de ti, como si esto le ocurriese a otra persona, sin personalizarlo, sin juicio ni justificaciones ni esfuerzos por cambiar lo que está sucediendo, ni formular ninguna crítica ni autocompadecerte. Los esfuerzos que hagas por cambiar son peores, pues luchas contra unas ideas, y lo que hay que hacer es comprenderlas, para que ellas se caigan por sí solas una vez que comprendas su falta de realidad. Hay que cuestionar todo esto para ver si se comprende como una verdad y entonces te pondrás a observarte.
A veces te sientes mal, hecho un lío, no sabes funcionar solo y te vas al psicólogo a que te arregle. El psicólogo no puede hacer nada que tú no hagas. No puede conseguir nada que tú no estés dispuesto a hacer. Puede escucharte y ayudar a que tú mismo vayas aclarándote mientras hablas. En verdad, lo que haces allí es observarte, y eso es lo que has de hacer tú, pero de continuo
La espiritualidad es la que intenta solucionarte. Busca solucionar el problema del yo, que es el que está generando los problemas que te llevan al psicólogo y al psiquiatra. La espiritualidad va directamente a la raíz, a rescatar tu yo, el auténtico, que está ahogado por barreras que no lo dejan ser libremente.
El hacer esfuerzos por cambiar es contraproducente, pues lo que te va a cambiar es la verdad: observar la verdad y comprender que tu programación no te deja ser tú mismo. El observador es lo que te va a cambiar. “La vida no observada, no examinada, no vale la pena vivirla, porque no es vida”, decía Sócrates
Es preciso darse cuenta de todas las reacciones que surgen al mirar a una persona, un paisaje o a uno mismo. Observa cómo sueles reaccionar frente a determinadas situaciones. Mirar con objetividad, como si no fueras tú, tomando conciencia de lo que pasa dentro y fuera de ti, estando atento (como cuando conduces). Hacerlo sin juicios valorativos, porque si te pones etiquetas, ya no ves las cosas como son. Caer en la cuenta, sin prejuicios, sólo entendiéndolo.
Si no cambiamos espontáneamente es porque ponemos resistencia. En cuanto descubramos los motivos de la resistencia, sin reprimirla ni rechazarla, ella misma se disolverá. Cuando en nosotros hay sensibilidad, no se necesita violencia alguna para conseguir las cosas que necesitamos, pues todo se resuelve entendiendo, comprendiendo; y nos sorprendemos al ver cómo todo se resuelve según comprendemos la realidad y no luchemos contra ella.
Tenemos que darnos cuenta de que, con la palabra, o con el pensamiento, solemos etiquetar las cosas y las personas, y luego, como consecuencia de ello, vivimos el personaje de la etiqueta, y no la persona. Ponerse en contacto con la realidad es mirar ésta sin querer interpretarla, ni cambiar nada, sino dejar que la realidad cambie el orden de las cosas luciendo por sí misma.
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