El que no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es desdichado, aunque sea dueño del mundo

El Amor es la fuerza que transforma y mejora el Alma del Mundo... cuando amamos siempre deseamos ser mejores de lo que somos

El amor nunca impide a un hombre seguir su Leyenda Personal. Cuando esto sucede, es porque no era el verdadero Amor, aquel que habla el Lenguaje del Mundo

Entre más apego tiene el hombre por el mundo, menos buscará el conocimiento. Entre más pequeño es su apego, mayor será la posiblidad de ganarlo todo

Conocerse a fondo

Para despertarse, el único camino es la observación. El ir observándose. El ir observándose uno a sí mismo, sus re­acciones, sus hábitos y la razón de por qué responde así. Observarse sin críti­cas, sin justificaciones ni sentido de culpabilidad ni miedo a descubrir la verdad. Es conocerse a fondo.


La pregunta más importante del mundo, base de todo acto maduro, es: ¿Yo, quién soy? Porque, sin conocerte, no puedes conocer ni a Dios. Conocer­te a ti mismo es fundamental. Sin em­bargo, lo curioso del caso es que no hay respuesta para la pregunta ¿quién soy yo?, porque lo que tienes que averiguar es lo que no eres, para llegar al ser que ya eres.
Hay un proverbio chino que dice: “Cuando el ojo no está bloqueado, el resultado es la visión. Cuando la men­te no está bloqueada, el resultado es la sabiduría, y cuando el espíritu no está bloqueado, el resultado es el amor.”
Hay que quitar las vendas para ver. Si no ves, no puedes descubrir los im­pedimentos que no te están dejando ver.
El observarte a ti mismo es estar atento a todo lo que acontece dentro y alrededor de ti, como si esto le ocurrie­se a otra persona, sin personalizarlo, sin juicio ni justificaciones ni esfuerzos por cambiar lo que está sucediendo, ni for­mular ninguna crítica ni autocompade­certe. Los esfuerzos que hagas por cam­biar son peores, pues luchas contra unas ideas, y lo que hay que hacer es com­prenderlas, para que ellas se caigan por sí solas una vez que comprendas su fal­ta de realidad. Hay que cuestionar todo esto para ver si se comprende como una verdad y entonces te pondrás a obser­varte.
A veces te sientes mal, hecho un lío, no sabes funcionar solo y te vas al psi­cólogo a que te arregle. El psicólogo no puede hacer nada que tú no hagas. No puede conseguir nada que tú no es­tés dispuesto a hacer. Puede escuchar­te y ayudar a que tú mismo vayas acla­rándote mientras hablas. En verdad, lo que haces allí es observarte, y eso es lo que has de hacer tú, pero de con­tinuo
La espiritualidad es la que intenta solucionarte. Busca solucionar el pro­blema del yo, que es el que está gene­rando los problemas que te llevan al psicólogo y al psiquiatra. La espiritua­lidad va directamente a la raíz, a res­catar tu yo, el auténtico, que está aho­gado por barreras que no lo dejan ser libremente.
El hacer esfuerzos por cambiar es contraproducente, pues lo que te va a cambiar es la verdad: observar la ver­dad y comprender que tu programación no te deja ser tú mismo. El observador es lo que te va a cambiar. “La vida no observada, no examinada, no vale la pena vivirla, porque no es vida”, decía Sócrates
Es preciso darse cuenta de todas las reacciones que surgen al mirar a una persona, un paisaje o a uno mismo. Observa cómo sueles reaccionar frente a determinadas situaciones. Mirar con objetividad, como si no fueras tú, to­mando conciencia de lo que pasa den­tro y fuera de ti, estando atento (como cuando conduces). Hacerlo sin juicios valorativos, porque si te pones etique­tas, ya no ves las cosas como son. Caer en la cuenta, sin prejuicios, sólo enten­diéndolo.
Si no cambiamos espontáneamente es porque ponemos resistencia. En cuanto descubramos los motivos de la resistencia, sin reprimirla ni rechazar­la, ella misma se disolverá. Cuando en nosotros hay sensibilidad, no se nece­sita violencia alguna para conseguir las cosas que necesitamos, pues todo se resuelve entendiendo, comprendiendo; y nos sorprendemos al ver cómo todo se resuelve según comprendemos la realidad y no luchemos contra ella.
Tenemos que darnos cuenta de que, con la palabra, o con el pensamiento, solemos etiquetar las cosas y las personas, y luego, como consecuencia de ello, vivimos el personaje de la etiqueta, y no la persona. Po­nerse en contacto con la realidad es mirar ésta sin querer interpretarla, ni cambiar nada, sino dejar que la realidad cambie el orden de las cosas luciendo por sí misma.

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